Un dibujo al día
Si tenemos claro que lo primero que hace el ser humano en el planeta es dibujar y no escribir o edificar; que el dibujo fue la primera herramienta de comunicación visual; si somos conscientes de que saber dibujar nos permite interpretar fácil y rápidamente cosas que para ser descritas con palabras nos ocuparía mucho más tiempo y esfuerzo; si queremos percibir la belleza del mundo que nos rodea a través de los colores y formas que constantemente éste nos ofrece y además queremos comprender las obras de los grandes creadores plásticos desde nuestro discernimiento sin necesidad de repetir como loros lo que otros opinan, debemos aprender a dibujar.
Y si nuestro caso es que estamos embarcados en un proyecto personal mediante el cuál queremos ser futuros creadores, como los alumnos de los grados de Diseño de EADE, esa necesidad se hace aún más acuciante.
Como ya señalaba Ruskin en sus “Técnicas de Dibujo” hace dos siglos, hay que tener claro que el aprendizaje del dibujo no puede conseguirse sin esfuerzo:
“No creas, pues, que puedes aprender a dibujar, como no puedes aprender un nuevo idioma, sin un cierto trabajo duro e ingrato”.
Sí, ingrato. Pues aun cuando dibujar para ti sea algo placentero, practicarlo día a día para lograr convertirlo en un hábito en tu vida, cuesta. Sobre todo al principio, cuando encuentras obstáculos para poder hacerlo constantemente. No creer que tenemos tiempo suficiente para dedicar un rato al día a dibujar y frustrarnos ante los resultados de nuestros bocetos son los principales impedimentos que nosotros mismos nos ponemos.
Pero si de verdad quieres alcanzar la meta y aprender a dibujar encontrarás tiempo. Y has de hacerlo a diario, has de integrarlo en tu vida. No puedes tomarlo sólo como un hobby de fin de semana, apuntarte a un cursillo intensivo o comprarte una caja de lápices maravillos y carísimos y esperar que ocurra el milagro.
Hay que dedicar muchas horas para dominar el dibujo, como cualquier otra cosa en la vida. Habrás oído hablar de la teoría de las 10.000 horas de dedicación en una actividad para convertirte en un experto propuesta por el psicólogo sueco K. Anders Ericsson, por ejemplo. En cierto modo, esta teoría es cierta, pues todo el mundo, practicando lo suficiente, progresa sin necesidad de tener un talento especial. Puede ser que a algunos les lleve menos tiempo que a otros, pues cada persona aprende a un ritmo, pero hasta las que instintivamente dibujan sin necesidad de haber ni tan siquiera asistido a clases progresan también a través del esfuerzo.
Por ello, en la asignatura de “Dibujo a mano alzada” de 1º de Diseño, los alumnos realizan una actividad desde el primer día que entran a clase consistente en hacerse de un cuaderno de dibujo en el que registrar un dibujo al día.
Por la mañana, antes de desayunar, muy cerquita aún del duermevela y quizás recordando sueños que pueden inspirarte; a última hora, en la cama, antes de dormir, en lugar de leer un libro; esperando en la parada del autobús, subido en él o, ¿por qué no? cuando vas al baño… Cualquier momento es bueno para practicar y conseguir poco a poco confianza en el trazo y entrenar la mano para dibujar. Porque esto no es más que un entrenamiento. No se trata de hacer un dibujo maravilloso cada día, sino de practicar y entrenarme para así poder llegar a hacerlo algún día. Cuando menos te lo esperas. Como cuando tu madre te medía de pequeño en el quicio de la puerta con el mismo resultado hasta que un día, sorpresa, dabas el estirón.
Así nos entrenamos con este ejercicio. Sin darnos cuenta. Con total libertad, pues estos dibujos no se califican de 0 a 10. Sin juzgar nuestros resultados, pues la recompensa viene al final, cuando tus manos y tu cabeza bailan al mismo son y por fin consigues el dibujo perfecto.